Me parece prematuro pronosticar quién triunfará en la segunda vuelta pese a que la primera encuesta de IPSOS indica que sería Pedro Castillo con 42% quien lo haría derrotando por un amplio margen a Keiko Fujimori que obtendría apenas el 31% de la votación nacional.

En la primera vuelta señalé que era probable que se produjera lo que se conoce como el “efecto mariposa”; es decir, que un cambio pequeño en un sistema complejo -y las elecciones lo son- genere un gran cambio en ese mismo sistema como bien podría ser, en este caso, el resultado. Mi argumento era que debido a la multiplicidad de candidatos presidenciales y por los escasos márgenes de diferencia que existían entre ellos, sobre todo entre los punteros, era muy posible que ello ocurriera. En esta primera vuelta el “efecto mariposa” se inclinó hacia el candidato Pedro Castillo de Perú Libre quien en poco tiempo pasó de ser un “candidato marginal” a ocupar “sorpresivamente” el primer lugar.

Algunos han dicho, recordando encuestas realizadas inmediatamente después de la primera vuelta en elecciones anteriores, que los porcentajes mostrados en la encuesta de IPSOS, números más o números menos, serán los que se darían al final de esta segunda vuelta entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori. La primera encuesta al inicio de la segunda vuelta, como dicen algunos, sería el anuncio de lo que va a suceder finalmente.

Debe confesar que tengo mis dudas no sólo porque estamos frente a una primera encuesta y falta un largo, complejo y difícil camino en este proceso electoral para llegar a la votación última, sino también porque podríamos estar frente a lo que se llama el efecto o teoría del cisne negro o “teoría de los sucesos del cisne negro (que) es una metáfora que describe un suceso sorpresivo (para el observador), de gran impacto (…) y que, una vez pasado el hecho, se racionaliza por retrospección (haciendo que parezca predecible o explicable, y dando la impresión de que se esperaba que ocurriera)”.

Algo de ello lo vemos en algunos seguidores de Castillo. Una vez producido su triunfo, sorpresivo, por cierto, se produce una racionalización del mismo que concluye que era “natural” que ganase y que, por lo tanto, lo mismo sucederá en la segunda vuelta.

Lo que hay que decir para evitar caer en la “teoría de los sucesos del cisne negro”, además de relativizar esta primera encuesta, es que el contexto en el que se ha desarrollado la primera vuelta, como también aquél en el que se desarrollará la segunda, son radicalmente distintos a los contextos de anteriores elecciones presidenciales, en diversos planos.

En primer lugar, los porcentajes obtenidos por los dos candidatos que quedaron en primer y segundo lugar son bastante bajos si se comparan con los resultados de anteriores elecciones presidenciales. En este caso la suma de los porcentajes de ambos respecto a los votos válidos es de un poco más del 32% mientras que en las elecciones de 2016 (Keiko Fujimori versus PPK) fue de 60.91% y en las del 2011 (Ollanta Humala vs Keiko Fujimori) alcanzó el 55,28%, también de los votos válidos.

El segundo punto es el ausentismo que ha sido alto en estas elecciones, bordeando el 30% de los electores. Si en el 2016 votaron casi 19 millones en esta elección lo hicieron un poco más de 17 millones. El problema es que el padrón electoral entre 2016 y 2021 aumentó en más de dos millones de electores. Por ello el ausentismo es un dato que hace difícil predecir qué pasará si un porcentaje significativo de aquellos que no votaron decide votar en la segunda vuelta.

El tercer punto es que la fragmentación política no se refleja solamente en un congreso dividido y sin mayoría parlamentaria sino también en lo que Alejandro Art Arq. llama en su tweet la “atomización del voto”, mostrándonos cuan “engañosos son” los mapas electorales a colores publicados por la mayoría de los medios de comunicación en los cuales el candidato Pedro Castillo habría “arrasado” en casi todo el país (@alejaandroartarq). Lo que muestra este “mapa del Perú escalando las regiones según su peso electoral y a su vez descomponiendo los porcentajes de cada candidato por región”, como dice el propio Alejandro Art, es que las regiones no son de un solo de color sino más bien una suerte de collage, salvo excepciones, donde hay una variedad de colores. Lo que es aparentemente homogéneo se transforma en heterogéneo. Ello abona a la tesis que la “atomización del voto” es la expresión de que no estamos ante la presencia de fuerzas hegemónicas sino más bien frente a una pelea de minorías y que por lo tanto la resolución de esta segunda vuelta se dará respecto a quién será capaz de ganar más adeptos, primero entre los que no votaron, y segundo, entre los que votaron por otras opciones en la primera vuelta logrando así ampliar su base de apoyo electoral. Dicho de otra manera, a ambos les conviene modificar su estrategia electoral en esta segunda vuelta ya que el objetivo principal no solo será ganar más electores sino también en qué regiones lo harán. Un ejemplo de cómo ganar en la mayoría de regiones y perder la elección en una segunda vuelta fue lo que le sucedió a Ollanta Humala en las elecciones de 2006.

El cuarto punto es que esta segunda vuelta se dará en un contexto de polarización política e ideológica. Mientras Keiko Fujimori habla de derrotar al comunismo y al chavismo, Pedro Castillo afirma la necesidad de derrotar al neoliberalismo mediante una nueva Constitución. Esta polarización con seguridad se va extender a la sociedad y probablemente obligue a los otros grupos políticos a optar por uno u otro candidato generando un clima de mayor tensión, inestabilidad política y económica del país. En este contexto las razones por quién votar incorporarán un nuevo elemento, ausente en la primera vuelta. Ya no será solo la identidad entre el candidato y los electores (punto que favoreció a Pedro Castillo) sino también la capacidad del candidato de generar certezas, consensos y un mínimo de tranquilidad frente a un futuro que para muchos podría ser agobiante No me extrañaría que sea la derecha la que polarice más el proceso electoral en esta segunda vuelta con la idea de que a mayor intranquilidad y caos mayor temor en los electores.

El quinto, es el curso de la pandemia que hoy día parece incontrolable en un país sin vacunas, sin camas UCI y sin oxígeno suficientes. El sábado 17 de abril murieron 433 personas, todo un récord en lo que va de la pandemia. Según el MINSA los muertos por COVID a la misma fecha serían 57,230 personas; de acuerdo al Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef), al 18 de abril la suma total acumulada de fallecidos sería de 153.436 (El Comercio 19/04/21). El curso de la pandemia es entonces el otro factor que va a determinar el voto, es decir si se va a votar y por quién se va a votar. No me extrañaría que, de no contralarse la pandemia, se considere postergar la segunda vuelta.

El juego recién empieza, estamos en los primeros 15 minutos y el equipo de Pedro Castillo metió un gol, pero queda media hora del primer tiempo y falta el segundo tiempo. En conclusión, nada está dicho.

UN COLOFÓN NECESARIO

En una reciente entrevista a Jorge Montoya electo congresista por Renovación Popular el “partido” de Rafael López Aliaga (El Comercio: 20/03/21) hizo cinco afirmaciones que hay que destacar: a) “un gobierno comunista es la perdición el país”; b) “no hay lugar a negociación con Castillo; c)”vamos a defender la vida, a eliminar la ideología de género y el lenguaje inclusivo”; d) “durante quince años he andado con una pistola en la mano y no quiero volver a hacerlo”; y e) que aspira a ser el presidente del próximo congreso.

Se podría decir que Jorge Montoya, almirante retirado de la marina, es como el soldado dispuesto a combatir y a conducir desde el Congreso la guerra contra un posible gobierno de Pedro Castillo. Se podría decir que ésta es una suerte de metáfora de lo que puede venir después de las elecciones. Incluso, si la derecha gana las elecciones.

Hoy enfrentamos un momento en el que para algunos de lo que se trata es el de cerrar un ciclo político y económico para iniciar otro distinto, mientras que para otros se trataría no solo de defender ese ciclo sino también de producir una suerte de restauración del mismo, es decir hacerlo viable superando su precariedad y falta legitimidad. Si bien esto parece obvio, viendo quienes se enfrentan en esta segunda vuelta, lo que importa decir es que ya sea el tránsito de un ciclo a otro o el de su restauración, sólo será posible mediante lo que llamaríamos un “acto de fuerza”, Es decir, que los límites y el accionar de la política, así como la legitimidad ganada, no estarán determinados por la legalidad o por las leyes sino por un “momento de excepcionalidad” en el que la fuerza que los actores utilicen al momento de su resolución será lo que determinara el carácter del régimen político y el de la política misma.

Por ello tan importantes son las elecciones como la crisis misma; incluso se puede decir que lo que “envuelve” a la crisis son elecciones y que una vez terminada éstas lo que “veremos” (como quien abre la caja para ver el regalo) será la crisis. Por eso negar la crisis como hoy sucede en muchos espacios es como visitar un zoológico de elefantes y decir que no hay elefantes. Hoy el colofón de las elecciones es la crisis. Negar esta posibilidad es una nueva forma de negacionismo que bien pude terminar con nuestra precaria y hasta ridícula democracia.